lunes, 31 de agosto de 2009

"Querido diario"

La verdad es que eso de contar mis experiencias cotidianas me cuesta un poco. Por eso cuando relato las andanzas de la zorra gomez o el legendario hablo impersonalmente, como si contara un cuento ficcional en lugar de estar hablando de personas que andan cerca mío y - además- me rompen muchísimo las pelotas, me angustian, me punzan lo suficiente como para tener que nombrarlos y decirlos en mis propios términos. Supongo que será un llamado de alerta que me quedó después de leer y releer tantos diarios intimos viejos, donde contaba cada boludez que me pasaba (hoy comí milanesas, después miré la tele con mi abuela, y escribí en este diario) y guardaba cada boleto de colectivo, cada notita, cada envoltorio de caramelo hasta llenar cajas y cajas de recuerdos que pude ir tirando poco a poco en mis mudanzas. De hecho, quizás lo único bueno de haberme mudado cinco veces en los últimos dos años es que en la última mudanza sólo decidí conservar el guardapolvos escrito de 7mo grado y un par de agendas del secundario. Let it go, mujer.
Aclaraciones aparte, lo cierto es que para decir lo que quiero decir acá no hay otro tono posible y entonces debo regresar -mal que me pese- a la más torpe confesión de diario íntimo. La cosa es que ayer sentí que era profundamente feliz. Me di cuenta que hace unos pocos meses que vivo en una casa realmente hermosa, con un arbol de flores blancas y un perro y pasto, mucha luz y el hombre que quiero, una biblioteca enorme, un sillón donde tirarme a leer y una sensación de paz que no encontraba hace muchísimo tiempo. Y aunque la tormenta de santa rosa alcance para sacarme esa sensación radiante que tuve todo el fin de semana, de todos modos no la niega. Entonces que conste, mierda, porque no me pasa seguido sentirme tan plena y quiero dejarlo dicho antes de que empiecen las contradicciones.

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