viernes, 13 de noviembre de 2009

31 de enero de 2006

Escribía esto. Se lo escribía a mi papá, aunque nunca iba a llegarle, precisamente por eso. Y ahora tengo que transcribirlo, pero justamente para darme cuenta (el otro día le decía a G., me cuesta darme cuenta) de que mi viejo cambió, esta cambiando. Para bien, digo. Aunque haya sido todo esto que acá abajo escupo y por eso mismo.


Perdoname si te digo que no te entiendo, tantos años dándonos por sentados y ya ves, acá los dos, parados los dos, los brazos a los costados, si hasta me caen como a vos, igual que a vos, y así y todo ni un puto inicio de intimidad, perdoname. Y que querés, si ahora también se te da por corregirme, se te nota en los labios, los apretas un poco mas como para esconder los dientes, esos dientes podridos que no te gustan y que entonces escondes ahí, entre los labios apretados, porque eso se hace con todo lo que a vos no te gusta, se esconde, eso hacemos los dos, parados los dos, y entonces obligas una pitada con el brazo duro para que no se vea que atrás de los labios, ahí, entre los dientes feos, también mi inicio de intimidad te sonó feo, demasiado parecido a indicio pero no, otra cosa, algo similar a comienzo, principio, origen, inauguración, estreno. Estreno. Sin intimidad que estrenar. En eso estábamos.

Cómo querés que no llore, es tan triste, atrás de tu asombro suave es tan triste, me miras con esos ojos bovinos y esperas que te crea esta sensibilidad de pies diminutos y música china, justo a vos, a vos que pensás que razón y espíritu son exactamente lo mismo, tan lejos de hegel y tan lo mismo, y eso porque no me animo a hablarte del alma, nunca me animo, no quiero decirte lo único que puedo decirte y es que la escucho partirse poco a poco, es tan triste, se me parte el alma acá parada, tan lejos de vos y tan lo mismo.

No, claro, así no se me entiende nada, tenés razón, es este hipo cortando las palabras arbitrariamente, si pudiera separarlas en sílabas al menos te contaría de hegel, creo que te gustaría mucho, habla de absolutos así como vos, aunque yo a él tampoco lo entiendo sabés, quizás es culpa mía después de todo, a mi todo se me parte, las palabras con este hipo y el alma también, es tan triste, nada entero, ni siquiera vos ahí parado, tan seguro de tus contornos y tan alto, tan a salvo de este destino de pedacitos al que te someto sin que te enteres, una oreja y en la otra punta la lengua, las manos que son tan lindas perdidas debajo de un codo o un argumento, todo apilado y triste, tristísimo.

Y dale, claro que te escucho, un pañuelo, sí, un pañuelo justo ahora. Siempre pensé que las manchas y los mocos y las mangas exigen una estética breve, como todos los excesos, un huevo mas y Dalí termina siendo una mierda y así con todo, cualquiera podría decirte eso de mí, el rimel corrido o las ojotas aceitosas, la humedad o las palabras, la abundancia de casi todo me aterra, las razones que ahora llegan apretadas para esconder este exceso podrido, apiladas y tristes, tan feas como yo que soy un asco de ojos hinchados, sin dientes y sin un puto inicio de intimidad. Y que querés, a mi tampoco me gusta, es tan triste, acá los dos, parados los dos y por eso mismo, porque se me parte el alma, por eso no te entiendo, perdoname, no, ni un poco, justamente por eso, justo a vos, para que las manchas y los mocos y mi vida puedan ser de una vez sin tantas razones ni tantos excesos ni tanta mierda. Tiene que ver, claro que tiene que ver, pero no importa, no te preocupés.

Hablá nomás, sí, te escucho.


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