Desde que me mudé con G, algunas cosas sufrieron modificaciones que no me convencen para nada:
- Salgo más, me esfuerzo por encontrar planes y fiestas los fines de semana aunque no tenga muchas ganas de ir (y el tampoco). Soy una especie de partuzera compulsiva y sadomasoquista.
- Miro más tele, y de una manera que no comprendo. Es como si G. decidiera que hay ratos de su vida en los que va a mirar tele, independientemente de que haya o no algo para mirar. Si no hay nada, pone series o películas horribles, de las que ve 20 minutos hasta cambiar a otra horrible, y así. Todo esto sin tolerar ninguna propaganda: publicidad para él es igual a travesía loca por otros canales horribles. Si, ya se, eso tiene un nombre, zapping, pero qué me importa, para mí sigue siendo innombrable e incomprensible. Aunque de todos modos muchas veces quedo ahí, tirada en la cama al lado de ese muchacho loco, mirando la pantalla cambiar espasmódica e irremediablemente.
- Leo menos. Algunas veces, las mejores, es porque estoy pelotudeando, teniendo sexo o divirtiendome con G. Las peores, dejo de leer por estar sentada mirando la caja boba de esa manera incomprensible que acabo de relatar.
- Limpio más (un desorden ajeno). Sí. La casa es más grande, eso es cierto. Pero principalmente, mi muchacho es una máquina de hacer quilombo. Un desordenador talentoso y ambulante.
- Ya no duermo hasta tan tarde los fines de semana. Ni G. ni yo sabemos aún porqué nos despertamos un domingo a las 11 despues de habernos acostado a las 8 de la mañana. Sistematicamente.
Otras, por supuesto, mejoraron notablemente:
- Siempre tengo ropa limpia. G. se lleva bien con el lavarropas y me incluye en sus tandas. Yo, por supuesto, pongo ropa a lavar una vez al mes (con suerte).
- Me acuesto más temprano en la semana, tipo 12.00 hs. Como me gusta mucho volver a casa, lo hago más temprano, y muchas veces además nos copamos en ir a la cama pronto para descansar un poco más.
- Nunca me falta plata, ni comida, ni monedas. Porque no pago alquiler, y entonces me alcanza. Porque con G. hacemos compras de comida mensuales, y siempre hay. Porque mi muchacho siempre (siempre) tiene monedas, que suele prestarme quejandose a viva voz.
- Me gusta más volver a (y estar en) casa. Porque sí. Porque estoy enamorada, calculo.
- Empecé a cuidarme con las comidas y bajé 5 kilos. Nada de ser una señora gorda que se dejó estar cuando se mudo con su compañero. Eso habré pensado, porque lo cierto es que me puse a adelgazar como loca, y hasta ahora vengo bien.
- Se ampliaron mucho mis gustos gastronómicos. G. no sólo cocina bien, sino que además come cosas que yo no comía. Y como nos cocinamos mucho mutuamente, fui probando cosas y hoy, por ejemplo, soy adicta a la ensalada de repollo y zanahoria (que hasta entonces ni probaba).
lunes, 16 de noviembre de 2009
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