Cuando yo era chica, Mario Sokolinsky tenía un programa sobre bebés que salía a la mañana por la tele de aire (que en aquel entonces, al menos en mi casa, era la única tele). Entonces, el título de este post en sí mismo no dice mucho, pero para todos aquellos que hayan tenido el gusto de ver el programa del doctor Sokolinsky y puedan reponer la musiquita, verán como de golpe ese balbuceo estúpido cobra un sentido musical preciso. Esa era la canción del programa, y esa fue la música con la que toda mi vida acompañé en mi cabeza cualquier conversación, alusión o chiste relacionado con bebés.
Hoy, entonces, cuando me toca contar que estoy embarazada de 7 semanas, no puedo más que ser honesta conmigo misma y abrir el post tarareando por escrito esa músiquita horrible.
Sí. Embarazada.
La verdad, si sigo intentando tercamente dar este giro vital hacia la honestidad, debo decir que lo se hace más de 15 días. Pero postearlo me daba entre cosita, miedo y paja. Por suerte hoy vi un post de otra reciente embarazada primeriza y me gustó tanto leerlo que decidí dejarme de joder y empezar a escribir. (Sí, una copiona).
El gilado este (así lo bautizó cariñosamente G) estaría llegando al mundo el 8 de agosto, aproximadamente. Y todo el mundo parece haber caído en la noticia muy rápidamente. Todo el mundo menos yo. Así, mis viejos se abuelizaron al instante, G. no para de hacer planes a larguísimo plazo, y los pocos amigos que ya lo saben me llaman para hacer chistes de tíos y otras cosas así. Yo, mientras tanto, las únicas señales certeras que tengo son unas náuseas profundas y casi constantes, bastante sueño y algo de malhumor. Digamos que la ecuación podría dar muchísimas otras combinaciones (vagancia + gastroenteritis; depresión leve + patada al higado; anemia + mala onda) y a mí lo del embarazo me sigue pareciendo una idea abstracta. Y no se porqué sospecho que así va a seguir hasta que mirar para abajo sea mirar una panza gorda y dura.
Entretanto, ando quejosa y mucho no me gusta, porque yo siempre fui de las que se arreglan solitas para todo (yopuedo-yopuedo-yopuedo) y andar mariconeando así me hace desconocerme bastante. El viaje matutino en colectivo es una odisea de mareos y olores (todos los siento tan fuertes) que me dan más náuseas, la comida ocupa el 95% de mis preocupaciones y planificaciones diarias, y en el trabajo no paro de bostezar. Así que por el momento eso de la "sensación de bienestar y plenitud más importante de tu vida" brilla por su ausencia, queridísimos doctores (Sokolinsky y todos los demás).
Eso sí: cuando entré a hacerme la ecografía y vi ese puntito diminuto que titilaba y latía salí con la sonrisa más boba y más indeleble que tuve en toda mi vida. Y nada -pero absolutamente nada- en todo el universo logró borrarme la alegría que llevé encima todo ese día. Quién me ha visto y quién me ve.
Ah, hasta ahora y por el momento, si es varón estaría llamandose Lucas, y si es mujer, Lucía.
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