miércoles, 30 de diciembre de 2009

Preguntitas sobre Dios

Un día yo pregunté:
Abuelo, dónde está Dios.
Mi abuelo se puso triste,
y nada me respondió.
Mi abuelo murió en los campos,
sin rezo ni confesión.
Y lo enterraron los indios,
flauta de caña y tambor.
Al tiempo yo pregunté:
¿Padre, qué sabes de Dios?
Mi padre se puso serio
y nada me respondió.
Mi padre murió en la mina
sin doctor ni protección.
¡Color de sangre minera
tiene el oro del patrón!
Mi hermano vive en los montes
y no conoce una flor.
Sudor, malaria, serpientes,
la vida del leñador.
Y que nadie le pregunte
si sabe donde está Dios.
Por su casa no ha pasado
tan importante señor.
Yo canto por los caminos,
y cuando estoy en prisión
oigo las voces del pueblo
que canta mejor que yo.
Hay un asunto en la tierra
más importante que Dios.
Y es que nadie escupa sangre
pa que otro viva mejor.
¿Que Dios vela por los pobres?
Talvez sí, y talvez no.
Pero es seguro que almuerza
en la mesa del patrón.

Atahualpa Yupanqui

Fe de erratas

1) No estoy de 8 semanas, estoy de 9. Así me dijo la ecógrafa ayer. No saben qué alegría saber que faltan 3, saltearme una semana de malestares así como si nada, un notición. El giladito está joya, mide 2,2 cm., se mueve, el corazón le late al palo y se le ven las manitas.

2) No puedo probar ningun tipo de queso. Mucho menos caliente. Con la única excepción de: el queso chedar. Sí. En estos días, el queso chedar me parece una delicia. Así que además de estar embarazada, aparentemente perdí el buen gusto.

Último día de trabajo.

Feliz año para mí, para el gilado, para G. y para todo el mundo.

lunes, 28 de diciembre de 2009

Semana 8.

El primer cambio de la vida de embarazada es estrictamente matemático. Y para ser más precisos, entraría dentro del capítulo titulado "unidades de medida". Si hasta ahora tu vida se medía en días, meses, épocas, semana habil vs. fin de semana, o estaciones del año, ahora el tiempo empezará a medirse de una única manera: Semana Nº X. Y esto, que inicialmente solo parece una imposición del obstetra y todo el fucking sistema médico, rápidamente se internaliza, y ahí anda una (¿o seré solo yo?) pensando por semanas numeradas y hasta rastreando la evolución del embarazo por internet (ya casi una muletilla: quien me ha visto y quien me ve).
Por otra parte, lo primero que una descubre es que la verdad de los síntomas está bastante lejos de lo que suelen decirte médicos y folletines. La realidad es, como casi siempre, bastante más cruel. Y la distancia que hay entre lo que una siente y lo que los demás (guiados por médicos y folletines) creen que una siente, es, digamos, inmensa. Y el resultado es un malestar bastante solitario, sin importar cuantas exteriorizaciones una intente hacer. Entonces, para que se sepa, la verdad es esta.
Náuseas: Son prácticamente constantes. Suelen ir acompañadas de acidez, sensación de asco, mareos. Y no son matutinas, no no no. Se quedan con una casi todo el día. A mí, por ejemplo, a la noche casi no me dejan probar bocado. Por supuesto que los colectivos y otros vaivenes las acrecientan, eso ni hablar. Pero aunque una se tire en la cama y coma livianito, lo cierto es que nada, absolutamente nada, las hace desaparecer. Ni siquiera las pastillitas esas que recomienda el médico.
Problemas digestivos: Todos (personas sensibles, abstenerse de este apartado). Digamos que el primer trimestre de embarazo es un péndulo que te lleva del más completo estreñimiento a la cagadera más cruel en sólo 2 o 3 días. Y como si esto fuera poco, las comidas que uno ingiere no parecen tener ninguna incidencia en ese ritmo corporal indómito y completamente independiente del comportamiento alimenticio.
Hambre: Si algun alma ingenua creía que la combinación de náuseas + problemas digestivos podía tener como contracara positiva un control del hambre, pues lamento decirle que se equivoca. El hambre sigue ahí, al acecho. No es constante, pero cuando llega, llega fuerte. Y sobre todo, es insólito. De golpe a las 5 de la tarde una quiere comer ensalada de repollo y choclo. O sanguchitos de jamón. A las 12 del mediodia se te encaja un alfajor. Y al rato, pollo con arroz. Algunas otras cosas que hasta entonces te encantaban, se vuelven incomibles. En mi caso, le toco al queso. Ahhhh, no puedo probar nada con queso, en ninguna de sus formas. Mucho menos caliente. Hay días que te comerías el mundo, y otros que no podes pasar bocado. Y sobre todo, por momentos (y sabiendo que una anda con el estómago sensible y las náuseas a la mano) te agarran unas ganas locas de comer unas hamburguesas con queso y papas de mcdonalds, o unos panchos con tres salsas de esos que venden en la calle, todo, todo con muchísima grasa. Eso sí. Nada de esto es tan impostergable como cuentan las películas. Digamos que si una puede, se lo gestiona con mucho gusto. Y si no, se la banca y al ratito se le pasa. Esto lo aclaro porque odio esa justificación de mina mañosa que supuestamente tiene antojo de tomatitos cherry un domingo a la hora de la siesta y le jura al pobre marido/novio/compañero/chongo que si no los come, se muere. Eso, como en muchas otras circunstancias de la vida, es ñiñería y mala onda.
Sueño: Ahora sí, el rey de los síntomas por excelencia. Como la mayoría de la gente sabe, las embarazadas durante los primeros meses tenemos mucho sueño. Aunque para ser sinceros, sueño no es la palabra. Digamos que la sensación se parece mucho más a un estado de sopor y letargo constante, interrumpido por momentos agudísimos de una modorra insoportable que te cierra los ojos estés donde estés. Y cabeceas. Cabeceas viendo una peli, en el bondi, en la cola del banco, en el trabajo, en la mitad de una comida, en la bañadera. No importa donde. Literalmente, hay momentos en los que te morís de sueño. Y cuando dormis, lo haces profundamente, y salir del sueño es algo así como subir varios escalones desde profundidades desconocidas hacia la superficie de la conciencia. Y cuesta. Cuesta aunque te hayas dormido una siesta de 3 horas. Y además, esos otros ratos en los que no dormís (que cada vez son menos), digamos que tampoco te sobra demasiada energía para hacer cosas. Laburar consume toda la energía de un día. Entonces después, te queda cama o deambular por la ciudad en estado de semi-conciencia. Yo, por ejemplo, ayer que era domingo decidí ayudarlo a G. y pintar la ventana grande del living. Cuando termine, con los 30 grados de calor que hacía, solo tenía resto para dormir. Dormir 3 horas y después leer, comer y bañarme, y punto. Y ojo eh, que no importa cuán enérgica hayas sido en tu vida hasta este momento... entre la semana 4 y la semana 12 (así te dicen todos, y creen que es un consuelo!) pasas a tener la energía vital diaria de una babosa. Y no hay nada que hacerle, salvo contar y seguir esperando....
Yo voy por la 8... quedan 4. Y en este momento, digan lo que digan, yo se (con certeza) que es muchísimo.






lunes, 21 de diciembre de 2009

Nananana... nananana, nananana

Cuando yo era chica, Mario Sokolinsky tenía un programa sobre bebés que salía a la mañana por la tele de aire (que en aquel entonces, al menos en mi casa, era la única tele). Entonces, el título de este post en sí mismo no dice mucho, pero para todos aquellos que hayan tenido el gusto de ver el programa del doctor Sokolinsky y puedan reponer la musiquita, verán como de golpe ese balbuceo estúpido cobra un sentido musical preciso. Esa era la canción del programa, y esa fue la música con la que toda mi vida acompañé en mi cabeza cualquier conversación, alusión o chiste relacionado con bebés.

Hoy, entonces, cuando me toca contar que estoy embarazada de 7 semanas, no puedo más que ser honesta conmigo misma y abrir el post tarareando por escrito esa músiquita horrible.

Sí. Embarazada.

La verdad, si sigo intentando tercamente dar este giro vital hacia la honestidad, debo decir que lo se hace más de 15 días. Pero postearlo me daba entre cosita, miedo y paja. Por suerte hoy vi un post de otra reciente embarazada primeriza y me gustó tanto leerlo que decidí dejarme de joder y empezar a escribir. (Sí, una copiona).

El gilado este (así lo bautizó cariñosamente G) estaría llegando al mundo el 8 de agosto, aproximadamente. Y todo el mundo parece haber caído en la noticia muy rápidamente. Todo el mundo menos yo. Así, mis viejos se abuelizaron al instante, G. no para de hacer planes a larguísimo plazo, y los pocos amigos que ya lo saben me llaman para hacer chistes de tíos y otras cosas así. Yo, mientras tanto, las únicas señales certeras que tengo son unas náuseas profundas y casi constantes, bastante sueño y algo de malhumor. Digamos que la ecuación podría dar muchísimas otras combinaciones (vagancia + gastroenteritis; depresión leve + patada al higado; anemia + mala onda) y a mí lo del embarazo me sigue pareciendo una idea abstracta. Y no se porqué sospecho que así va a seguir hasta que mirar para abajo sea mirar una panza gorda y dura.

Entretanto, ando quejosa y mucho no me gusta, porque yo siempre fui de las que se arreglan solitas para todo (yopuedo-yopuedo-yopuedo) y andar mariconeando así me hace desconocerme bastante. El viaje matutino en colectivo es una odisea de mareos y olores (todos los siento tan fuertes) que me dan más náuseas, la comida ocupa el 95% de mis preocupaciones y planificaciones diarias, y en el trabajo no paro de bostezar. Así que por el momento eso de la "sensación de bienestar y plenitud más importante de tu vida" brilla por su ausencia, queridísimos doctores (Sokolinsky y todos los demás).

Eso sí: cuando entré a hacerme la ecografía y vi ese puntito diminuto que titilaba y latía salí con la sonrisa más boba y más indeleble que tuve en toda mi vida. Y nada -pero absolutamente nada- en todo el universo logró borrarme la alegría que llevé encima todo ese día. Quién me ha visto y quién me ve.

Ah, hasta ahora y por el momento, si es varón estaría llamandose Lucas, y si es mujer, Lucía.