miércoles, 30 de septiembre de 2009

Trabajar y silenciar

"Si estoy de más en este mundo
prefiero sobrar de incógnito".
Mafalda.
(...)

No me gusta mi trabajo. Y ojo, sé que no tengo mucho de que quejarme. Es tranquilo, es un buen trabajo. Laburo en blanco, tengo un mes de vacaciones, aguinaldo. Cobro poco, es cierto, pero si no fuera porque me cagan 2 horas (que no me pagan) hasta se podría decir que no está mal la relación tiempo-salario. Salgo a las cuatro, puedo estudiar. Además llego y paso la primera hora desayunando y revisando mis mails. Trabajo en una lugar amplio, lleno de libros, con dos ventanales enormes, entra luz y tengo mucho espacio. Incluso, si me manejo bien, puedo estudiar o hacer otras cosas sin que nadie se de cuenta.
Pero soy invisible.
Cuando me corté el flequillo taaan cortito el viernes pasado estaba muy preocupada por qué me iban a decir todos cuando me vieran. Lo que no imaginé es que me iba a molestar, justamente, que en el trabajo nadie dijera nada. Nada de nada. Las únicas que se dieron cuenta fueron la profe auxiliar de matemática con la que comparto colectivo y una alumna muy coqueta de 2do año. Los demás, nada, puedo venir con peluca verde que no se darían cuenta.
Y es que mi trabajo es no existir hasta el momento preciso en que a algun profesor o alumno se le ocurre pedirme un libro. El resto del tiempo, catalogo en silencio, sola en este amplísimo espacio, como un insecto aplicado que hace su labor secretamente. Y no es que me moleste estar sola, de hecho creo que lo prefiero. El problema es que todos (todos menos los alumnos, quizás) estén convencidos de que soy una chica tranquila, medio pacata, que no tiene mucho para ofrecer. La bibliotecaria. Y claro, soy medio pacata, porque me incomoda bastante el colegio y mi lugar en él y entonces soy sumamente formal, no dejo que asome nada de mí. Y eso, por supuesto, me hace medio aparato.
Entonces hay momentos donde todo me parece una cagada, este colegio hipócrita y falluto acá afuera, y adentro mío un alboroto de deseos, potencias, saberes, ganas, intereses, ideas y odios que me agitan constantemente así, bajito y en secreto.
(...)
He llegado al punto en el cual meter más materias y anotarme para dar clases es una necesidad urgente y vital.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Último momento

Mensaje de G desde la puerta de la ex-Terrabusi (después de casi 40 días de planta tomada los desalojaron con represión el viernes y hoy, lunes, había que ver si los obreros no despedidos tomaban la decisión de continuar el paro, o acataban la directiva de los patrones de volver a producir).

"Entraron con un gran agite de la comisión interna en la puerta.
Siguen suspendiendo activistas. Clima de bronca pero no se sabe.
Hay olor a vainilla ahora y eso no es un buen dato".

Me preocupa lo que pueda pasar con este conflicto. Me preocupa mucho, dependemos de estas pequeñas luchas a tal punto que es desesperante.

Una boludez: hay olor a vainilla y eso no es un buen dato. Me encanta G militante, me encanta.

De coger, ni hablar.

Mi relato siempre deja afuera pequeños detalles que son incómodos y fundamentales en su incomodidad. Es como un vicio de mentirosa, lo que no cuaja en la historia se omite sin bacilar.
Pero bueno, en este afán de confesionario que suelen tener los blogs, vamos a hacer el intento de contar detalles sórdidos para deleite de posibles lectores.
En un momento de nuestra conversación (la que conté en el post anterior) le digo a G: el hecho de no estar garchando no ayuda. Con cara de "si lo sabré yo" exhaló un largo nooooo, no ayuda. También me confesó que muchas veces por eso él no está tan cariñoso, porque no tiene muchas mediaciones y como sabe que no se puede prefiere ni tentarse. A mi me gusta así, combinadito, me dijo. Por alguna comprensión que traemos de quién sabe dónde yo entendí que se refería a los mimos o cariños suaves y el sexo. Si no hay uno, mejor no arrancar con el otro. Cuadradito mi muchachito.
Lo que no le dije (lo que me incomoda muchísimo) es que más allá de los problemas médicos y el tratamiento y las molestias, hay veces que no sólo no tengo ganas de tener sexo con él sino que cuando empieza a buscarme me da rechazo, odio, quisiera pegarle en la cara porque me mordió un poco fuerte o me humedeció demasiado o me raspó con el brazo o cualquier otra boludez de ese estilo. Y eso, queridos, no se de dónde mierda sale.
¿Qué onda? ¿Me voy a poner como esas minas que no cogen para no despeinarse? ¿Me molesta que me raspe con el brazo, que me de un beso demasiado largo, que se le enganche mi pulsera en el pelo? ¿esas cosas me sacan las ganas?
Que quede claro esto porque sino no se entiende el problema: a mí me encanta tener sexo. Soy de esas personas que casi siempre tienen ganas, y cuando no tienen ganas igual pueden generarlas con muy poca estimulación. Con G, además, garchamos mucho durante mucho tiempo, casi-casi hasta que nos mudamos juntos. O hasta que volvimos. No lo tengo muy claro, pero por esos meses empezó mi rechazo, más o menos. Y además, siempre garchamos muy bien, creo que es la persona con la que tuve mejor sexo en toda mi vida.
Entonces: ¿qué pasa con este desagrado, este rechazo profundo, esta mala onda sexual?
Podría echarle la culpa a las molestias ginecológicas, si garchar te duele es lógico que después de un tiempo tengas cierta resistencia a hacerlo. Pero no, no es solamente eso. Creo que con F ya me había pasado. Enamoradísima como estaba, me daba rechazo. Pero F quería coger mucho menos y eso, que era un problema, a veces me venía bien. Ahora, con G, estoy en problemas. Problemas que empezaron cuando nos mudamos juntos, y dios vaya a saber qué quiere decir eso.

Una boludez: ahora que ato cabos, entiendo que falta de sexo y malhumor constante sean dos posts que van pegados, bien pegados.

En busca del jinete perdido



Ayer hablé con G y estuvo bien. Le solté a mitad de los preparativos de la cena un sólido y breve "me cuesta vivir con alguien". Ya se, me dijo. Me doy cuenta. Después me contó que a él también. Ahí me despaché. Mis dudas, mi sensación de que a veces, algunos días, si no vivieramos juntos no tendríamos ganas de vernos, y la mar en coche.

A G no le gusta hablar. Muchisimo menos le gusta dudar. Me lo dijo pero igual se la bancó bastante bien. Tiró sus condiciones: yo necesito saber que esto no va a ser una constante, todo el tiempo reflexionando sobre nuestra convivencia. Eso para G es una tortura. Para mi es una molestia inevitable, como levantarse temprano o tener que tomar varios bondis en el día. Es parte de mis condiciones materiales de existencia, no una elección. Pero claro, siempre puedo elegir que esa constante reflexión-revisión no siempre sea mutua. Permitir que otros vivan más aliviados y solo pegar el grito en caso de peligro. De chica me enseñaron el cuento del pastorcito y trato de tenerlo presente: si gritas siempre después ya nadie te escucha. Así que tranquila pastorcita loca, tran-qui-la.

Después me dijo cosas que no se bien cómo al rato (una vez terminada la conversación) tuvieron un efecto relajante. Que hay días que uno simplemente está pensando en sus cosas y que el otro interrumpe y es dificil acompasarse, componer, pero eso no implica que uno quiere que el otro no esté. Yo mis ganas de vivir con vos no me las replanteo, me dijo. También dijo que él prefiere tomar decisiones y darle para adelante sin revisar demasiado salvo que realmente algo ande mal. Si reviso todo el tiempo vivo angustiado y no me gusta vivir angustiado, sintetizó. Y no, pensé. A nadie, mon amour, a nadie.

Por último, me batió una que me dejó pensando. Yo a veces te espero con buena onda y vos venis muy cansada y malhumorada y con el rollo de un mal día y yo no siempre tengo resto para escuchar eso, a veces me genera rechazo. Y sí. Yo llego malhumorada y cansada casi todos los días. Y entonces volví súbitamente a uno de mis primeros posts... ¿Qué onda con la alegría? Traté de hablar con G. sobre mi malhumor pero no funcionó. Demasiado pedir, lo sé, lo sé. Somos distintos. Me repitió una y otra vez que tengo que dejar de revisar toooodooo todo el tiempo. Que uno toma decisiones y trata de sostenerlas aunque no sean las mejores, porque revisar todo el tiempo angustia. Hablamos de la militancia pero G también tiene una relación más transparente (le dije prístina y me dijo ¿qué?) con la militancia. Pude decir que para mi sostener 4 espacios es demasiado. Nota al pie: repensalo cuando armes el año que viene, petisa, porque después se te complica dejar cosas.

De todos modos, me quedé pensando que tal vez debería dejar de enojarme tanto con cada aspecto de mi vida y tratar de ponerle onda a la adversidad. En una epoca sabía hacerlo, extraño mucho esa época. Para cabalgar rápido no hay que tratar de controlar los movimientos, sino estar relajado para que el cuerpo acompañe el andar del caballo. Una vez se me había ocurrido eso, vivía en la casa de independencia y me puse a buscar en google una foto de un caballo y su jinete a puro galope. Pero finalmente -no se por que ironía de la vida- terminé colgando como fondo de pantalla un pesadísimo elefante lleno de polvo.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Puta madre...

Estoy tan triste.

¿Y Julio López?


Compañero Jorge Julio López, PRESENTE!

30.000 Compañeros desaparecidos, PRESENTES!






¡APARICIÓN CON VIDA YA!




Viernes 18/09/09. 17 hs.

Marcha de Congreso a Plaza de Mayo.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Revelaciones en negro

G. está de viaje. Manda mensajes cada dos o tres horas y me cuenta todo lo que hace. Sabe generar complicidad a la distancia.

Mientras tanto, yo vuelvo a descubrir que las distancias son siempre un problema para mí: me gustan demasiado, me permiten barajar de nuevo. Un día alcanza, y aunque lo extraño muchísimo desearía que fueran siete o diez en lugar de tres días de ausencia. No es desapego, pienso muchísimo en él pero me gusta estar sola.

Primer día: primer descubrimiento. No confío en G.

Lo sabía, lo sabíamos los dos cuando decidimos estar juntos. Nuestra historia y sus putos golpes indelebles. Él en aquel momento tampoco confiaba en mí (¿habrá podido solucionarlo?).

No se que se hace con eso. En aquel momento decidimos querernos igual en un acto de fe. Pero la fe... a mí me cuesta mucho. Entonces no se que se hace con eso. Se que seguramente yo haga algo muy exagerado, me replantee toda la relación y lo haga sentir muy inseguro una vez más. Soy muy feliz con él, pero no se dejar estar las cosas, en mí todo lo que late tiene que explotar. Es que vuelve en tres días y no voy a tener tiempo de calmarme.

martes, 8 de septiembre de 2009

Las paradojas del capitalismo

... me tienen los huevos al plato.

Hoy vino una escritora a dar una charla al colegio privado donde trabajo como bibliotecaria . La chica escribió un libro de crónicas sobre trabajos precarios: aparentemente se "infiltró" en diversos laburos de ese tipo inventandose un currículum (call centers, mcdonalds, supermercados, etc) y luego narró las experiencias que vio y vivió en estos trabajos. La denuncia se mezcla con historias de vida y ella en el fondo parece no saber muy bien para qué escribió el libro que le propuso el dueño de la Editorial, aunque está contenta.

No voy a reflexionar sobre las implicancias éticas que puede tener no revelarle su verdadera identidad a sus compañeros/as (y a veces amigos/as) de trabajo, o grabarlos y transcribirlos sin su consentimiento, quizás porque durante dos horas los chicos de 5to año (que pagan 1.800 pesos mensuales de cuota) se dedicaron a indagar los fantasmas y las culpas que la chica asume tener por haber contado historias íntimas de gente que confió en ella, o hacer de sus amigos personajes literarios. ¿Que el libro ayuda a concientizar a los trabajadores o bien, como dijo el vicerector, nos educa como consumistas? (el consumistas en lugar de consumidores juro que fue literal). Puede ser, pero mucho más educa la Coordinadora de Trabajadores Precarizados que durante un par de años se sostuvo con escraches a las empresas que precarizan, y de la cual formaron parte muchísimos de mis amigos o compañeros.

Entonces necesito gritar la bronca que me dio escuchar a directivos y alumnos charlar sobre la explotación y la barbarie del sistema capitalista y su legislación laboral, mientras la preceptora y yo (que fuimos gentilmente invitadas a participar de la charla) cobramos un salario que es por 5 horas diarias mientras trabajamos 7. Es decir, que yo apenas llego a sobrevivir con los $1510 mensuales que me pagan cuando en realidad debería estar ganando aproximadamente $2.000.- Eso, por supuesto, no es explotación ni es barbarie y mucho menos es tema de conversación con los alumnos o los empleados de la escuela.

Después todos juntos hablan pestes del trabajo temporario, de la falta de estabilidad, de cómo se juega con la necesidad de la gente... claro, cuando en diciembre del año pasado decidieron darme "de baja" para no pagarme los meses de vacaciones y me reincorporaron recién en marzo, dejandome dos meses sin sueldo y obligándome a laburar free lance, se ve que todavía no habían leido el libro.