miércoles, 30 de diciembre de 2009

Preguntitas sobre Dios

Un día yo pregunté:
Abuelo, dónde está Dios.
Mi abuelo se puso triste,
y nada me respondió.
Mi abuelo murió en los campos,
sin rezo ni confesión.
Y lo enterraron los indios,
flauta de caña y tambor.
Al tiempo yo pregunté:
¿Padre, qué sabes de Dios?
Mi padre se puso serio
y nada me respondió.
Mi padre murió en la mina
sin doctor ni protección.
¡Color de sangre minera
tiene el oro del patrón!
Mi hermano vive en los montes
y no conoce una flor.
Sudor, malaria, serpientes,
la vida del leñador.
Y que nadie le pregunte
si sabe donde está Dios.
Por su casa no ha pasado
tan importante señor.
Yo canto por los caminos,
y cuando estoy en prisión
oigo las voces del pueblo
que canta mejor que yo.
Hay un asunto en la tierra
más importante que Dios.
Y es que nadie escupa sangre
pa que otro viva mejor.
¿Que Dios vela por los pobres?
Talvez sí, y talvez no.
Pero es seguro que almuerza
en la mesa del patrón.

Atahualpa Yupanqui

Fe de erratas

1) No estoy de 8 semanas, estoy de 9. Así me dijo la ecógrafa ayer. No saben qué alegría saber que faltan 3, saltearme una semana de malestares así como si nada, un notición. El giladito está joya, mide 2,2 cm., se mueve, el corazón le late al palo y se le ven las manitas.

2) No puedo probar ningun tipo de queso. Mucho menos caliente. Con la única excepción de: el queso chedar. Sí. En estos días, el queso chedar me parece una delicia. Así que además de estar embarazada, aparentemente perdí el buen gusto.

Último día de trabajo.

Feliz año para mí, para el gilado, para G. y para todo el mundo.

lunes, 28 de diciembre de 2009

Semana 8.

El primer cambio de la vida de embarazada es estrictamente matemático. Y para ser más precisos, entraría dentro del capítulo titulado "unidades de medida". Si hasta ahora tu vida se medía en días, meses, épocas, semana habil vs. fin de semana, o estaciones del año, ahora el tiempo empezará a medirse de una única manera: Semana Nº X. Y esto, que inicialmente solo parece una imposición del obstetra y todo el fucking sistema médico, rápidamente se internaliza, y ahí anda una (¿o seré solo yo?) pensando por semanas numeradas y hasta rastreando la evolución del embarazo por internet (ya casi una muletilla: quien me ha visto y quien me ve).
Por otra parte, lo primero que una descubre es que la verdad de los síntomas está bastante lejos de lo que suelen decirte médicos y folletines. La realidad es, como casi siempre, bastante más cruel. Y la distancia que hay entre lo que una siente y lo que los demás (guiados por médicos y folletines) creen que una siente, es, digamos, inmensa. Y el resultado es un malestar bastante solitario, sin importar cuantas exteriorizaciones una intente hacer. Entonces, para que se sepa, la verdad es esta.
Náuseas: Son prácticamente constantes. Suelen ir acompañadas de acidez, sensación de asco, mareos. Y no son matutinas, no no no. Se quedan con una casi todo el día. A mí, por ejemplo, a la noche casi no me dejan probar bocado. Por supuesto que los colectivos y otros vaivenes las acrecientan, eso ni hablar. Pero aunque una se tire en la cama y coma livianito, lo cierto es que nada, absolutamente nada, las hace desaparecer. Ni siquiera las pastillitas esas que recomienda el médico.
Problemas digestivos: Todos (personas sensibles, abstenerse de este apartado). Digamos que el primer trimestre de embarazo es un péndulo que te lleva del más completo estreñimiento a la cagadera más cruel en sólo 2 o 3 días. Y como si esto fuera poco, las comidas que uno ingiere no parecen tener ninguna incidencia en ese ritmo corporal indómito y completamente independiente del comportamiento alimenticio.
Hambre: Si algun alma ingenua creía que la combinación de náuseas + problemas digestivos podía tener como contracara positiva un control del hambre, pues lamento decirle que se equivoca. El hambre sigue ahí, al acecho. No es constante, pero cuando llega, llega fuerte. Y sobre todo, es insólito. De golpe a las 5 de la tarde una quiere comer ensalada de repollo y choclo. O sanguchitos de jamón. A las 12 del mediodia se te encaja un alfajor. Y al rato, pollo con arroz. Algunas otras cosas que hasta entonces te encantaban, se vuelven incomibles. En mi caso, le toco al queso. Ahhhh, no puedo probar nada con queso, en ninguna de sus formas. Mucho menos caliente. Hay días que te comerías el mundo, y otros que no podes pasar bocado. Y sobre todo, por momentos (y sabiendo que una anda con el estómago sensible y las náuseas a la mano) te agarran unas ganas locas de comer unas hamburguesas con queso y papas de mcdonalds, o unos panchos con tres salsas de esos que venden en la calle, todo, todo con muchísima grasa. Eso sí. Nada de esto es tan impostergable como cuentan las películas. Digamos que si una puede, se lo gestiona con mucho gusto. Y si no, se la banca y al ratito se le pasa. Esto lo aclaro porque odio esa justificación de mina mañosa que supuestamente tiene antojo de tomatitos cherry un domingo a la hora de la siesta y le jura al pobre marido/novio/compañero/chongo que si no los come, se muere. Eso, como en muchas otras circunstancias de la vida, es ñiñería y mala onda.
Sueño: Ahora sí, el rey de los síntomas por excelencia. Como la mayoría de la gente sabe, las embarazadas durante los primeros meses tenemos mucho sueño. Aunque para ser sinceros, sueño no es la palabra. Digamos que la sensación se parece mucho más a un estado de sopor y letargo constante, interrumpido por momentos agudísimos de una modorra insoportable que te cierra los ojos estés donde estés. Y cabeceas. Cabeceas viendo una peli, en el bondi, en la cola del banco, en el trabajo, en la mitad de una comida, en la bañadera. No importa donde. Literalmente, hay momentos en los que te morís de sueño. Y cuando dormis, lo haces profundamente, y salir del sueño es algo así como subir varios escalones desde profundidades desconocidas hacia la superficie de la conciencia. Y cuesta. Cuesta aunque te hayas dormido una siesta de 3 horas. Y además, esos otros ratos en los que no dormís (que cada vez son menos), digamos que tampoco te sobra demasiada energía para hacer cosas. Laburar consume toda la energía de un día. Entonces después, te queda cama o deambular por la ciudad en estado de semi-conciencia. Yo, por ejemplo, ayer que era domingo decidí ayudarlo a G. y pintar la ventana grande del living. Cuando termine, con los 30 grados de calor que hacía, solo tenía resto para dormir. Dormir 3 horas y después leer, comer y bañarme, y punto. Y ojo eh, que no importa cuán enérgica hayas sido en tu vida hasta este momento... entre la semana 4 y la semana 12 (así te dicen todos, y creen que es un consuelo!) pasas a tener la energía vital diaria de una babosa. Y no hay nada que hacerle, salvo contar y seguir esperando....
Yo voy por la 8... quedan 4. Y en este momento, digan lo que digan, yo se (con certeza) que es muchísimo.






lunes, 21 de diciembre de 2009

Nananana... nananana, nananana

Cuando yo era chica, Mario Sokolinsky tenía un programa sobre bebés que salía a la mañana por la tele de aire (que en aquel entonces, al menos en mi casa, era la única tele). Entonces, el título de este post en sí mismo no dice mucho, pero para todos aquellos que hayan tenido el gusto de ver el programa del doctor Sokolinsky y puedan reponer la musiquita, verán como de golpe ese balbuceo estúpido cobra un sentido musical preciso. Esa era la canción del programa, y esa fue la música con la que toda mi vida acompañé en mi cabeza cualquier conversación, alusión o chiste relacionado con bebés.

Hoy, entonces, cuando me toca contar que estoy embarazada de 7 semanas, no puedo más que ser honesta conmigo misma y abrir el post tarareando por escrito esa músiquita horrible.

Sí. Embarazada.

La verdad, si sigo intentando tercamente dar este giro vital hacia la honestidad, debo decir que lo se hace más de 15 días. Pero postearlo me daba entre cosita, miedo y paja. Por suerte hoy vi un post de otra reciente embarazada primeriza y me gustó tanto leerlo que decidí dejarme de joder y empezar a escribir. (Sí, una copiona).

El gilado este (así lo bautizó cariñosamente G) estaría llegando al mundo el 8 de agosto, aproximadamente. Y todo el mundo parece haber caído en la noticia muy rápidamente. Todo el mundo menos yo. Así, mis viejos se abuelizaron al instante, G. no para de hacer planes a larguísimo plazo, y los pocos amigos que ya lo saben me llaman para hacer chistes de tíos y otras cosas así. Yo, mientras tanto, las únicas señales certeras que tengo son unas náuseas profundas y casi constantes, bastante sueño y algo de malhumor. Digamos que la ecuación podría dar muchísimas otras combinaciones (vagancia + gastroenteritis; depresión leve + patada al higado; anemia + mala onda) y a mí lo del embarazo me sigue pareciendo una idea abstracta. Y no se porqué sospecho que así va a seguir hasta que mirar para abajo sea mirar una panza gorda y dura.

Entretanto, ando quejosa y mucho no me gusta, porque yo siempre fui de las que se arreglan solitas para todo (yopuedo-yopuedo-yopuedo) y andar mariconeando así me hace desconocerme bastante. El viaje matutino en colectivo es una odisea de mareos y olores (todos los siento tan fuertes) que me dan más náuseas, la comida ocupa el 95% de mis preocupaciones y planificaciones diarias, y en el trabajo no paro de bostezar. Así que por el momento eso de la "sensación de bienestar y plenitud más importante de tu vida" brilla por su ausencia, queridísimos doctores (Sokolinsky y todos los demás).

Eso sí: cuando entré a hacerme la ecografía y vi ese puntito diminuto que titilaba y latía salí con la sonrisa más boba y más indeleble que tuve en toda mi vida. Y nada -pero absolutamente nada- en todo el universo logró borrarme la alegría que llevé encima todo ese día. Quién me ha visto y quién me ve.

Ah, hasta ahora y por el momento, si es varón estaría llamandose Lucas, y si es mujer, Lucía.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Cambio de habitos

Desde que me mudé con G, algunas cosas sufrieron modificaciones que no me convencen para nada:

- Salgo más, me esfuerzo por encontrar planes y fiestas los fines de semana aunque no tenga muchas ganas de ir (y el tampoco). Soy una especie de partuzera compulsiva y sadomasoquista.

- Miro más tele, y de una manera que no comprendo. Es como si G. decidiera que hay ratos de su vida en los que va a mirar tele, independientemente de que haya o no algo para mirar. Si no hay nada, pone series o películas horribles, de las que ve 20 minutos hasta cambiar a otra horrible, y así. Todo esto sin tolerar ninguna propaganda: publicidad para él es igual a travesía loca por otros canales horribles. Si, ya se, eso tiene un nombre, zapping, pero qué me importa, para mí sigue siendo innombrable e incomprensible. Aunque de todos modos muchas veces quedo ahí, tirada en la cama al lado de ese muchacho loco, mirando la pantalla cambiar espasmódica e irremediablemente.

- Leo menos. Algunas veces, las mejores, es porque estoy pelotudeando, teniendo sexo o divirtiendome con G. Las peores, dejo de leer por estar sentada mirando la caja boba de esa manera incomprensible que acabo de relatar.

- Limpio más (un desorden ajeno). Sí. La casa es más grande, eso es cierto. Pero principalmente, mi muchacho es una máquina de hacer quilombo. Un desordenador talentoso y ambulante.

- Ya no duermo hasta tan tarde los fines de semana. Ni G. ni yo sabemos aún porqué nos despertamos un domingo a las 11 despues de habernos acostado a las 8 de la mañana. Sistematicamente.

Otras, por supuesto, mejoraron notablemente:

- Siempre tengo ropa limpia. G. se lleva bien con el lavarropas y me incluye en sus tandas. Yo, por supuesto, pongo ropa a lavar una vez al mes (con suerte).

- Me acuesto más temprano en la semana, tipo 12.00 hs. Como me gusta mucho volver a casa, lo hago más temprano, y muchas veces además nos copamos en ir a la cama pronto para descansar un poco más.

- Nunca me falta plata, ni comida, ni monedas. Porque no pago alquiler, y entonces me alcanza. Porque con G. hacemos compras de comida mensuales, y siempre hay. Porque mi muchacho siempre (siempre) tiene monedas, que suele prestarme quejandose a viva voz.

- Me gusta más volver a (y estar en) casa. Porque sí. Porque estoy enamorada, calculo.

- Empecé a cuidarme con las comidas y bajé 5 kilos. Nada de ser una señora gorda que se dejó estar cuando se mudo con su compañero. Eso habré pensado, porque lo cierto es que me puse a adelgazar como loca, y hasta ahora vengo bien.

- Se ampliaron mucho mis gustos gastronómicos. G. no sólo cocina bien, sino que además come cosas que yo no comía. Y como nos cocinamos mucho mutuamente, fui probando cosas y hoy, por ejemplo, soy adicta a la ensalada de repollo y zanahoria (que hasta entonces ni probaba).

viernes, 13 de noviembre de 2009

31 de enero de 2006

Escribía esto. Se lo escribía a mi papá, aunque nunca iba a llegarle, precisamente por eso. Y ahora tengo que transcribirlo, pero justamente para darme cuenta (el otro día le decía a G., me cuesta darme cuenta) de que mi viejo cambió, esta cambiando. Para bien, digo. Aunque haya sido todo esto que acá abajo escupo y por eso mismo.


Perdoname si te digo que no te entiendo, tantos años dándonos por sentados y ya ves, acá los dos, parados los dos, los brazos a los costados, si hasta me caen como a vos, igual que a vos, y así y todo ni un puto inicio de intimidad, perdoname. Y que querés, si ahora también se te da por corregirme, se te nota en los labios, los apretas un poco mas como para esconder los dientes, esos dientes podridos que no te gustan y que entonces escondes ahí, entre los labios apretados, porque eso se hace con todo lo que a vos no te gusta, se esconde, eso hacemos los dos, parados los dos, y entonces obligas una pitada con el brazo duro para que no se vea que atrás de los labios, ahí, entre los dientes feos, también mi inicio de intimidad te sonó feo, demasiado parecido a indicio pero no, otra cosa, algo similar a comienzo, principio, origen, inauguración, estreno. Estreno. Sin intimidad que estrenar. En eso estábamos.

Cómo querés que no llore, es tan triste, atrás de tu asombro suave es tan triste, me miras con esos ojos bovinos y esperas que te crea esta sensibilidad de pies diminutos y música china, justo a vos, a vos que pensás que razón y espíritu son exactamente lo mismo, tan lejos de hegel y tan lo mismo, y eso porque no me animo a hablarte del alma, nunca me animo, no quiero decirte lo único que puedo decirte y es que la escucho partirse poco a poco, es tan triste, se me parte el alma acá parada, tan lejos de vos y tan lo mismo.

No, claro, así no se me entiende nada, tenés razón, es este hipo cortando las palabras arbitrariamente, si pudiera separarlas en sílabas al menos te contaría de hegel, creo que te gustaría mucho, habla de absolutos así como vos, aunque yo a él tampoco lo entiendo sabés, quizás es culpa mía después de todo, a mi todo se me parte, las palabras con este hipo y el alma también, es tan triste, nada entero, ni siquiera vos ahí parado, tan seguro de tus contornos y tan alto, tan a salvo de este destino de pedacitos al que te someto sin que te enteres, una oreja y en la otra punta la lengua, las manos que son tan lindas perdidas debajo de un codo o un argumento, todo apilado y triste, tristísimo.

Y dale, claro que te escucho, un pañuelo, sí, un pañuelo justo ahora. Siempre pensé que las manchas y los mocos y las mangas exigen una estética breve, como todos los excesos, un huevo mas y Dalí termina siendo una mierda y así con todo, cualquiera podría decirte eso de mí, el rimel corrido o las ojotas aceitosas, la humedad o las palabras, la abundancia de casi todo me aterra, las razones que ahora llegan apretadas para esconder este exceso podrido, apiladas y tristes, tan feas como yo que soy un asco de ojos hinchados, sin dientes y sin un puto inicio de intimidad. Y que querés, a mi tampoco me gusta, es tan triste, acá los dos, parados los dos y por eso mismo, porque se me parte el alma, por eso no te entiendo, perdoname, no, ni un poco, justamente por eso, justo a vos, para que las manchas y los mocos y mi vida puedan ser de una vez sin tantas razones ni tantos excesos ni tanta mierda. Tiene que ver, claro que tiene que ver, pero no importa, no te preocupés.

Hablá nomás, sí, te escucho.


lunes, 9 de noviembre de 2009

Vivir solo cuesta vida

"Ya se cansó de dormir todo el tiempo en sillones
Y de taparse la boca para no gritar"

Patricio Rey.

(...)

G. estuvo 4 días de viaje. Se fue con sus alumnos a un encuentro sobre jóvenes y memoria en Chapadmalal, volvió anoche. Lo extrañé, nos extrañamos. Fue lindo verlo llegar con su mochilota, le preparé un matambrito a la pizza con unas papitas salteadas con jamón y cebolla. Comida rica y amor. Estuvo bien, estamos muy bien.
Cuando supe que se iba, yo había planeado 4 días de paz. Estudiar, comer livianito, ver alguna peli hasta dormirme temprano, ir a pilates, estudiar y estudiar. Y así fueron los tres primeros días. Hasta que, claro, no se bien porqué, de golpe me encontré a mí misma invitando a unas 10 personas a un asado en casa, para después ir a una fiesta. Volvía en el bondi un rato más tarde y pensaba como cancelar, como bajarme de la moto que yo misma había puesto en marcha. No cancelé, y el sábado tipo 8 empezó a caer la monada.
No estuvo mal, la pasamos bien, nos divertimos. Pero el domingo me desperté con una resaca inmensa, y la sensación de estar descentrada. Es una sensación habitual en mí: descentramiento parece apelar a un centro que no tengo ni deseo, así que quizás enajenada sirva mejor. Algo así como una desconexión con mis propias sensaciones, la leve certeza de irme de mí por momentos demasiado largos. A los 3 minutos recordé, además, que había vomitado en algún momento de la noche (por suerte, una vez que mis invitados habían partido hacía tiempo). Tomé mucho, tomo mucho, y si bien la imagen de mí misma vomitando al lado de la cama no me averguenza (los que se ríen del patetismo ajeno la tienen fácil, es tan sencillo ser de esos que nunca se salen de lugar), lo cierto es que ponerme a limpiar el desastre sintiendome todavía en pedo fue bastante desagradable. Y claro, ese día volvía G. y yo quería recibirlo en una casa limpia y linda. La onda transpoiting no me parece muy sensual.
La sensación de estar enajenada cobra toda su profundidad cuando el alcohol o alguna droga cumple su efecto desinhibidor. Entonces ahí es cuando más noto (en realidad, para ser precisa, lo noto al volver a un estado de sobriedad) que estoy lejos de mí, que por momentos sólo soy una especie de impulso lanzado hacia adelante, como animal herido que chilla y huye. No tengo paz, eso siento. Y no es que emborracharme o drogarme me quite la paz, sino que cuando no la tengo, cuando estoy en una epoca en la que no estoy tranquila, entonces los estimulantes dejan más desnudo el hecho de que ando como bola sin manija.
Esto es histórico en mí. Desde chica forzaba las situaciones hasta llegar a un límite bochornoso que me haga bajar un cambio. Terminar arruinada en el piso de una fiesta mientras me robaban la campera y la plata, a los 15. Emborracharme frente a mi familia una noche y terminar vomitando en un sillón, a los 16. Salir borrachisima de una fiesta y pasar la noche muerta de frío durmiendo en la calle, a los 17. Gritarle en la calle a mi ex-novio que no se hacía cargo de que aún le pasaban cosas conmigo (y él admitiendo: sí, me pasan, pero vos no me hacés bien y mi cabeza me dice que no) y que mi novio actual tuviera que venir a buscarme en el auto una hora después, porque yo estaba vomitando en la calle y la policía me quería llevar, a los 18. Y así sigue la cuenta. Aunque con los años quizás subió la dureza de las drogas y por suerte también bajaron, poco a poco, los niveles de exposición en el ridículo.
Ojo, nada de todo esto fue muy grave, nada que sobrepase lo que un adolescente promedio vive en algún momento de su vida. Lo llamativo, lo singular, es -si se quiere- el mecanismo. Estar mal o intranquila y no poder optar por quedarse en casa, leyendo un libro o viendo una peli. No, así sin paz ponerse bajo los reflectores y soltar la fiera. Eso es lo que siempre me resultó poco saludable, y aún no se extingue en mí. Quizás he aprendido a no ser bochornosa para los demás, me expongo menos, pero la ansiedad sigue ahí (el venenito, le decía mi primera psicóloga, te agarra el venenito). El sábado, por ejemplo, se (aunque nadie lo haya notado) que estuve toda la noche tratando de provocar a uno de mis compañeros de la facu, generarle algún deseo, inutilmente, desgastando energía de seducción en alguien que no deseo y con quien -seguramente- jamás hubiera hecho nada.
Pensando entre resaca, ayer recordaba que hubo una época de mi vida (esa que nombro siempre) donde yo había desarrollado toda una política de cuidado de mí misma. Fue después del último aborto, yo tenía claro que no estaba bien, que no estaba tranquila conmigo, y entonces evitaba exponerme, evitaba las fiestas o las situaciones que me forzaran a estar más enérgica de lo que podía, justamente para no perder contacto con mis sensaciones. ¿Porqué ahora, entonces, no puedo bajarme? Cuando me pienso a mí misma en bienestar, hoy, lo que pienso es que leo, deseo estar más en mi casa, viendo peliculas o leyendo o escribiendo, produciendo, con cierta tranquilidad. ¿Porqué entonces yo misma todo el tiempo elijo lo contrario?
Cuando estoy sola, cuando yo solita tengo que hacerme cargo de mí misma, me cuido más. Si estuviese sola, podría salir menos, pasar más tiempo tranquila y pensando. Eso lo se. Y también se, lo descubrí ayer, que combinar esa política de cuidado de mí misma con el hecho de estar viviendo con G. es lo que me da miedo. Temo volverme un matrimonio de viejos, una pareja sin nada de rock and roll. A eso le tengo pavor. Por eso me fuerzo a poner en marcha los excesos aún cuando no tengo ganas, aún cuando no me hacen bien. Porque vivir con un hombre y pasar los fines de semana leyendo me parece cuajar dentro del esquema "finalmente senté cabeza y dejé de ser una adolescente" cuando yo siempre pensé que eso era un error, una pésima perspectiva de la vida, pura doctrina conservadora, y que se podía crecer sin dejar de vivir intensamente, con todos los excesos que haga falta. No se. Quizás estaría bueno darme tiempo para calmarme, soltar los miedos y ser lo que en cada momento tenga ganas de ser, sin creer que con eso estoy cediendo o perdiendo capacidad de resistencia.
Y es que realmente lo peor no es haber pasado el domingo reventada, con dolor de cabeza y de panza, limpiando los restos de lo que había vomitado.
Lo peor es ser alguien que no encuentra ni un poco de paz.



viernes, 23 de octubre de 2009

Pronto me explayo...

Pero por el momento, aviso:

No estoy embarazada. Tampoco muy enferma.

Si después me pinta, retomo un viejo hábito del instituto de inglés que pedía: "fill in de blanks".

martes, 20 de octubre de 2009

Muerta de miedo

No se como se cuentan estas cosas, no se como decir todo lo que quiero decir. Entonces voy a recurrir a los esquemas, voy a empezar a contar sin ninguna pompa, cronológicamente. Cual informe médico.

Hace aproximadamente unos diez días, una noche que tuve sexo con G, sentí inmediatamente después un dolor horrible, profundo e intenso en el bajo-vientre, en el costado izquierdo. Me quedé quietita en la cama, medio doblada, y a la media hora más o menos aflojó y me dormí.

Después, días después, comencé a notar el atraso, y como habíamos curtido sin cuidarnos, nos pusimos atentos los dos en seguida.

Unos días después, tuve sexo de nuevo con G (habíamos curtido en el medio sin mucho problema) y volví a sentir ese dolor intensísimo, tuve que parar, me quedé doblada de dolor, me descompuse, me bajó la presión, y recién a la media hora de quedarme acostadita, me fue pasando. Pero al día siguiente sentía de vez en cuando unas puntadas en la misma zona, que aún aparecen de tanto en tanto.

El sábado menstrué, o eso creí. Poquita sangre, yo estaba en plenos preparativos de una fiesta que organizabamos para juntar plata, así que pedí una toallita prestada y listo, no le dí más bola pero me alegré. Esa noche al volver curtimos con G. sin ningún problema.

A la mañana siguiente, es decir, este domingo, G. se había ido a comer con los viejos y yo me desperté con ese mismo intentísimo dolor que ahora llegaba a la espalda. Me descompuse nuevamente, traté de quedarme en la cama y cuando me pasó un poco me puse a limpiar (venía mi familia a festejar el día de la madre y a conocer la casa). En plena limpieza, expulsé un coágulo de sangre bastante grande.

Ayer, Lunes, me tomé el bondi para venir a laburar y me tuve que bajar porque tenía todos los síntomas de una infección urinaria. Suelo tener infecciones seguido, así que llamé al laburo y me fuí al CEMIC. Pedí que me atendieran por guardia ginecológica, así de paso le contaba los otros síntomas. Me hicieron análisis de sangre y de orina. Obviamente, tenía una infección urinaria. Pero además, tengo en la prueba de embarazo un resultado límite, "no concluyente" me dijeron. Y como paré de menstruar, aparentemente existe la posibilidad de que haya estado embarazada y lo haya perdido (aquel coágulo del domingo) o bien, que aún esté embarazada y simplemente haya tenido pérdidas. Mañana tengo que repetir la prueba y ahí me dicen.

También hay una leve posibilidad de que no hayan pasado ninguna de las dos cosas, y todos mis dolores y la presencia de la hormona del embarazo tengan otras causas. Enfermedades varias, entre ellas, cáncer ovárico como posibilidad.

Estoy aterrorizada, angustiada, desbordada. En el trabajo no les gusta que falte, entonces hoy me esperaron con múltiples reclamos: algunos justificados (que tengo que resolver ya), otros no, pero la presión se siente igual. Hoy tenía que ir al bachi, pero no quiero ir, me duele bastante todo todavía y además quiero quedarme en mi casa. Tengo mucha angustia. Y la sensación de querer bajarme de todo, decir: hasta acá, muchachos, y tomarme de acá a fin de año sosteniendo sólo el laburo y la facultad, y pensando, pensando mucho en mí y en mi vida y en qué es lo que quiero y en cómo cuidarme.

Así las cosas. A esperar. Ya tendremos novedades.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Noticias de Ayer

Good news:
Repensando el año que viene. Posible cambio de trabajo. Menos culposa. Con ganas de leer, militar y priorizar mejor. Fucking better.

Bad news:
Comiendo más. Demasiadas responsabilidades. Durmiendo mal. Faltando a pilates (el cuerpo chilla). Con un breve atraso.

jueves, 8 de octubre de 2009

Está hablando del fasssooo!

Últimamente la marihuana me pega bien. Lo descubrí hace un tiempo, un fin de semana que estaba enroscadísima y difícil con G. y decidí fumar un poco (dudaba, pensaba que todo era una mierda y que lo iba a sentir aún más fuerte) pero... uno, dos, tres... cambio absoluto de humor. Al ratito cocinaba deteniendome en los colores de la comida, se me ocurrían cosas para comentar, me reía, era cariñosa con G, una grosa. Así, sencillamente, un amor.


Ayer fumé de nuevo al salir de la facultad y me tomé el bondi para encontrarme con G. a comer (había entregado un parcial que me tuvo encerrada todo el fin de semana y quería distender). Y así de golpe en el bondi todo me parecía hermoso e intenso. El mundo, la gente, los colores... y también mis propias ideas, mis recuerdos, mis amigos. Me sentía cómoda conmigo misma. Pensé, una vez más: faaa, que bien me está pegando el porro. Y después, de una manera hermosa que se sentía como un descubrimiento inmenso y aventurero, me puse a pensar porqué.

Entonces me di cuenta de que lo que estaba pasando, aquello que era diferente al resto de mis días, era que cuando fumaba no me dejaba condicionar tanto por el entorno. Como si algunos lazos que me tienen atada a la realidad se cortaran, algunos, sólo algunos. Claaaaro, pensé, eso hace el porro, te desconecta un poco del entorno. Y si vos venías bien, con los lazos a punto justo o más bien débiles, quizás te sentís demasiado metido para adentro. Pero si venís como yo, demasiado condicionada por el mundo, por los demás, entonces te deja a punto caramelo. Y así, cuando Ramón y nina y gertdelpozo quisieron que entrara al ascensor de la facu para ver si había clases en no se qué aula, dije: no, todo bien, me voy, ni en pedo me meto en ese coso gris, si igual tenía que irme. Así, tal como lo sentí lo dije: ni en pedo me meto en ese coso gris. Y eso, esa capacidad de decir exactamente lo que pienso, es algo que perdí por el camino en algún momento de mi retorno a esta puta sensación de inseguridad.

Y así, quien sabe por qué asociaciones, me di cuenta de que hay cosas de mi que no cuento. Que siempre digo las mismas cosas, como si me hubiese armado un itinerario de recuerdos y características que son yo misma, y cuento eso, refuerzo eso con distintas anécdotas o comentarios, y lo que no encaja simplemente se anula (por el mismo vicio de mentirosa que anduve mencionando las ultimas veces). Y claro, justo yo que odio las identidades fijas, me armé una previamente (una que creo adecuada-linda-correcta-amplia) y sólo menciono aquello de mí que me parece que encaja.

Y no saben cuánto más me gustaba (y cuánto mejor me sentía) cuando contaba o decía todo lo que se me aparecía, aún lo que desencajaba, y el tema de armarme una identidad se me escapaba de las manos y pasaba a ser un problema de los demás.



miércoles, 30 de septiembre de 2009

Trabajar y silenciar

"Si estoy de más en este mundo
prefiero sobrar de incógnito".
Mafalda.
(...)

No me gusta mi trabajo. Y ojo, sé que no tengo mucho de que quejarme. Es tranquilo, es un buen trabajo. Laburo en blanco, tengo un mes de vacaciones, aguinaldo. Cobro poco, es cierto, pero si no fuera porque me cagan 2 horas (que no me pagan) hasta se podría decir que no está mal la relación tiempo-salario. Salgo a las cuatro, puedo estudiar. Además llego y paso la primera hora desayunando y revisando mis mails. Trabajo en una lugar amplio, lleno de libros, con dos ventanales enormes, entra luz y tengo mucho espacio. Incluso, si me manejo bien, puedo estudiar o hacer otras cosas sin que nadie se de cuenta.
Pero soy invisible.
Cuando me corté el flequillo taaan cortito el viernes pasado estaba muy preocupada por qué me iban a decir todos cuando me vieran. Lo que no imaginé es que me iba a molestar, justamente, que en el trabajo nadie dijera nada. Nada de nada. Las únicas que se dieron cuenta fueron la profe auxiliar de matemática con la que comparto colectivo y una alumna muy coqueta de 2do año. Los demás, nada, puedo venir con peluca verde que no se darían cuenta.
Y es que mi trabajo es no existir hasta el momento preciso en que a algun profesor o alumno se le ocurre pedirme un libro. El resto del tiempo, catalogo en silencio, sola en este amplísimo espacio, como un insecto aplicado que hace su labor secretamente. Y no es que me moleste estar sola, de hecho creo que lo prefiero. El problema es que todos (todos menos los alumnos, quizás) estén convencidos de que soy una chica tranquila, medio pacata, que no tiene mucho para ofrecer. La bibliotecaria. Y claro, soy medio pacata, porque me incomoda bastante el colegio y mi lugar en él y entonces soy sumamente formal, no dejo que asome nada de mí. Y eso, por supuesto, me hace medio aparato.
Entonces hay momentos donde todo me parece una cagada, este colegio hipócrita y falluto acá afuera, y adentro mío un alboroto de deseos, potencias, saberes, ganas, intereses, ideas y odios que me agitan constantemente así, bajito y en secreto.
(...)
He llegado al punto en el cual meter más materias y anotarme para dar clases es una necesidad urgente y vital.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Último momento

Mensaje de G desde la puerta de la ex-Terrabusi (después de casi 40 días de planta tomada los desalojaron con represión el viernes y hoy, lunes, había que ver si los obreros no despedidos tomaban la decisión de continuar el paro, o acataban la directiva de los patrones de volver a producir).

"Entraron con un gran agite de la comisión interna en la puerta.
Siguen suspendiendo activistas. Clima de bronca pero no se sabe.
Hay olor a vainilla ahora y eso no es un buen dato".

Me preocupa lo que pueda pasar con este conflicto. Me preocupa mucho, dependemos de estas pequeñas luchas a tal punto que es desesperante.

Una boludez: hay olor a vainilla y eso no es un buen dato. Me encanta G militante, me encanta.

De coger, ni hablar.

Mi relato siempre deja afuera pequeños detalles que son incómodos y fundamentales en su incomodidad. Es como un vicio de mentirosa, lo que no cuaja en la historia se omite sin bacilar.
Pero bueno, en este afán de confesionario que suelen tener los blogs, vamos a hacer el intento de contar detalles sórdidos para deleite de posibles lectores.
En un momento de nuestra conversación (la que conté en el post anterior) le digo a G: el hecho de no estar garchando no ayuda. Con cara de "si lo sabré yo" exhaló un largo nooooo, no ayuda. También me confesó que muchas veces por eso él no está tan cariñoso, porque no tiene muchas mediaciones y como sabe que no se puede prefiere ni tentarse. A mi me gusta así, combinadito, me dijo. Por alguna comprensión que traemos de quién sabe dónde yo entendí que se refería a los mimos o cariños suaves y el sexo. Si no hay uno, mejor no arrancar con el otro. Cuadradito mi muchachito.
Lo que no le dije (lo que me incomoda muchísimo) es que más allá de los problemas médicos y el tratamiento y las molestias, hay veces que no sólo no tengo ganas de tener sexo con él sino que cuando empieza a buscarme me da rechazo, odio, quisiera pegarle en la cara porque me mordió un poco fuerte o me humedeció demasiado o me raspó con el brazo o cualquier otra boludez de ese estilo. Y eso, queridos, no se de dónde mierda sale.
¿Qué onda? ¿Me voy a poner como esas minas que no cogen para no despeinarse? ¿Me molesta que me raspe con el brazo, que me de un beso demasiado largo, que se le enganche mi pulsera en el pelo? ¿esas cosas me sacan las ganas?
Que quede claro esto porque sino no se entiende el problema: a mí me encanta tener sexo. Soy de esas personas que casi siempre tienen ganas, y cuando no tienen ganas igual pueden generarlas con muy poca estimulación. Con G, además, garchamos mucho durante mucho tiempo, casi-casi hasta que nos mudamos juntos. O hasta que volvimos. No lo tengo muy claro, pero por esos meses empezó mi rechazo, más o menos. Y además, siempre garchamos muy bien, creo que es la persona con la que tuve mejor sexo en toda mi vida.
Entonces: ¿qué pasa con este desagrado, este rechazo profundo, esta mala onda sexual?
Podría echarle la culpa a las molestias ginecológicas, si garchar te duele es lógico que después de un tiempo tengas cierta resistencia a hacerlo. Pero no, no es solamente eso. Creo que con F ya me había pasado. Enamoradísima como estaba, me daba rechazo. Pero F quería coger mucho menos y eso, que era un problema, a veces me venía bien. Ahora, con G, estoy en problemas. Problemas que empezaron cuando nos mudamos juntos, y dios vaya a saber qué quiere decir eso.

Una boludez: ahora que ato cabos, entiendo que falta de sexo y malhumor constante sean dos posts que van pegados, bien pegados.

En busca del jinete perdido



Ayer hablé con G y estuvo bien. Le solté a mitad de los preparativos de la cena un sólido y breve "me cuesta vivir con alguien". Ya se, me dijo. Me doy cuenta. Después me contó que a él también. Ahí me despaché. Mis dudas, mi sensación de que a veces, algunos días, si no vivieramos juntos no tendríamos ganas de vernos, y la mar en coche.

A G no le gusta hablar. Muchisimo menos le gusta dudar. Me lo dijo pero igual se la bancó bastante bien. Tiró sus condiciones: yo necesito saber que esto no va a ser una constante, todo el tiempo reflexionando sobre nuestra convivencia. Eso para G es una tortura. Para mi es una molestia inevitable, como levantarse temprano o tener que tomar varios bondis en el día. Es parte de mis condiciones materiales de existencia, no una elección. Pero claro, siempre puedo elegir que esa constante reflexión-revisión no siempre sea mutua. Permitir que otros vivan más aliviados y solo pegar el grito en caso de peligro. De chica me enseñaron el cuento del pastorcito y trato de tenerlo presente: si gritas siempre después ya nadie te escucha. Así que tranquila pastorcita loca, tran-qui-la.

Después me dijo cosas que no se bien cómo al rato (una vez terminada la conversación) tuvieron un efecto relajante. Que hay días que uno simplemente está pensando en sus cosas y que el otro interrumpe y es dificil acompasarse, componer, pero eso no implica que uno quiere que el otro no esté. Yo mis ganas de vivir con vos no me las replanteo, me dijo. También dijo que él prefiere tomar decisiones y darle para adelante sin revisar demasiado salvo que realmente algo ande mal. Si reviso todo el tiempo vivo angustiado y no me gusta vivir angustiado, sintetizó. Y no, pensé. A nadie, mon amour, a nadie.

Por último, me batió una que me dejó pensando. Yo a veces te espero con buena onda y vos venis muy cansada y malhumorada y con el rollo de un mal día y yo no siempre tengo resto para escuchar eso, a veces me genera rechazo. Y sí. Yo llego malhumorada y cansada casi todos los días. Y entonces volví súbitamente a uno de mis primeros posts... ¿Qué onda con la alegría? Traté de hablar con G. sobre mi malhumor pero no funcionó. Demasiado pedir, lo sé, lo sé. Somos distintos. Me repitió una y otra vez que tengo que dejar de revisar toooodooo todo el tiempo. Que uno toma decisiones y trata de sostenerlas aunque no sean las mejores, porque revisar todo el tiempo angustia. Hablamos de la militancia pero G también tiene una relación más transparente (le dije prístina y me dijo ¿qué?) con la militancia. Pude decir que para mi sostener 4 espacios es demasiado. Nota al pie: repensalo cuando armes el año que viene, petisa, porque después se te complica dejar cosas.

De todos modos, me quedé pensando que tal vez debería dejar de enojarme tanto con cada aspecto de mi vida y tratar de ponerle onda a la adversidad. En una epoca sabía hacerlo, extraño mucho esa época. Para cabalgar rápido no hay que tratar de controlar los movimientos, sino estar relajado para que el cuerpo acompañe el andar del caballo. Una vez se me había ocurrido eso, vivía en la casa de independencia y me puse a buscar en google una foto de un caballo y su jinete a puro galope. Pero finalmente -no se por que ironía de la vida- terminé colgando como fondo de pantalla un pesadísimo elefante lleno de polvo.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Puta madre...

Estoy tan triste.

¿Y Julio López?


Compañero Jorge Julio López, PRESENTE!

30.000 Compañeros desaparecidos, PRESENTES!






¡APARICIÓN CON VIDA YA!




Viernes 18/09/09. 17 hs.

Marcha de Congreso a Plaza de Mayo.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Revelaciones en negro

G. está de viaje. Manda mensajes cada dos o tres horas y me cuenta todo lo que hace. Sabe generar complicidad a la distancia.

Mientras tanto, yo vuelvo a descubrir que las distancias son siempre un problema para mí: me gustan demasiado, me permiten barajar de nuevo. Un día alcanza, y aunque lo extraño muchísimo desearía que fueran siete o diez en lugar de tres días de ausencia. No es desapego, pienso muchísimo en él pero me gusta estar sola.

Primer día: primer descubrimiento. No confío en G.

Lo sabía, lo sabíamos los dos cuando decidimos estar juntos. Nuestra historia y sus putos golpes indelebles. Él en aquel momento tampoco confiaba en mí (¿habrá podido solucionarlo?).

No se que se hace con eso. En aquel momento decidimos querernos igual en un acto de fe. Pero la fe... a mí me cuesta mucho. Entonces no se que se hace con eso. Se que seguramente yo haga algo muy exagerado, me replantee toda la relación y lo haga sentir muy inseguro una vez más. Soy muy feliz con él, pero no se dejar estar las cosas, en mí todo lo que late tiene que explotar. Es que vuelve en tres días y no voy a tener tiempo de calmarme.

martes, 8 de septiembre de 2009

Las paradojas del capitalismo

... me tienen los huevos al plato.

Hoy vino una escritora a dar una charla al colegio privado donde trabajo como bibliotecaria . La chica escribió un libro de crónicas sobre trabajos precarios: aparentemente se "infiltró" en diversos laburos de ese tipo inventandose un currículum (call centers, mcdonalds, supermercados, etc) y luego narró las experiencias que vio y vivió en estos trabajos. La denuncia se mezcla con historias de vida y ella en el fondo parece no saber muy bien para qué escribió el libro que le propuso el dueño de la Editorial, aunque está contenta.

No voy a reflexionar sobre las implicancias éticas que puede tener no revelarle su verdadera identidad a sus compañeros/as (y a veces amigos/as) de trabajo, o grabarlos y transcribirlos sin su consentimiento, quizás porque durante dos horas los chicos de 5to año (que pagan 1.800 pesos mensuales de cuota) se dedicaron a indagar los fantasmas y las culpas que la chica asume tener por haber contado historias íntimas de gente que confió en ella, o hacer de sus amigos personajes literarios. ¿Que el libro ayuda a concientizar a los trabajadores o bien, como dijo el vicerector, nos educa como consumistas? (el consumistas en lugar de consumidores juro que fue literal). Puede ser, pero mucho más educa la Coordinadora de Trabajadores Precarizados que durante un par de años se sostuvo con escraches a las empresas que precarizan, y de la cual formaron parte muchísimos de mis amigos o compañeros.

Entonces necesito gritar la bronca que me dio escuchar a directivos y alumnos charlar sobre la explotación y la barbarie del sistema capitalista y su legislación laboral, mientras la preceptora y yo (que fuimos gentilmente invitadas a participar de la charla) cobramos un salario que es por 5 horas diarias mientras trabajamos 7. Es decir, que yo apenas llego a sobrevivir con los $1510 mensuales que me pagan cuando en realidad debería estar ganando aproximadamente $2.000.- Eso, por supuesto, no es explotación ni es barbarie y mucho menos es tema de conversación con los alumnos o los empleados de la escuela.

Después todos juntos hablan pestes del trabajo temporario, de la falta de estabilidad, de cómo se juega con la necesidad de la gente... claro, cuando en diciembre del año pasado decidieron darme "de baja" para no pagarme los meses de vacaciones y me reincorporaron recién en marzo, dejandome dos meses sin sueldo y obligándome a laburar free lance, se ve que todavía no habían leido el libro.

lunes, 31 de agosto de 2009

"Querido diario"

La verdad es que eso de contar mis experiencias cotidianas me cuesta un poco. Por eso cuando relato las andanzas de la zorra gomez o el legendario hablo impersonalmente, como si contara un cuento ficcional en lugar de estar hablando de personas que andan cerca mío y - además- me rompen muchísimo las pelotas, me angustian, me punzan lo suficiente como para tener que nombrarlos y decirlos en mis propios términos. Supongo que será un llamado de alerta que me quedó después de leer y releer tantos diarios intimos viejos, donde contaba cada boludez que me pasaba (hoy comí milanesas, después miré la tele con mi abuela, y escribí en este diario) y guardaba cada boleto de colectivo, cada notita, cada envoltorio de caramelo hasta llenar cajas y cajas de recuerdos que pude ir tirando poco a poco en mis mudanzas. De hecho, quizás lo único bueno de haberme mudado cinco veces en los últimos dos años es que en la última mudanza sólo decidí conservar el guardapolvos escrito de 7mo grado y un par de agendas del secundario. Let it go, mujer.
Aclaraciones aparte, lo cierto es que para decir lo que quiero decir acá no hay otro tono posible y entonces debo regresar -mal que me pese- a la más torpe confesión de diario íntimo. La cosa es que ayer sentí que era profundamente feliz. Me di cuenta que hace unos pocos meses que vivo en una casa realmente hermosa, con un arbol de flores blancas y un perro y pasto, mucha luz y el hombre que quiero, una biblioteca enorme, un sillón donde tirarme a leer y una sensación de paz que no encontraba hace muchísimo tiempo. Y aunque la tormenta de santa rosa alcance para sacarme esa sensación radiante que tuve todo el fin de semana, de todos modos no la niega. Entonces que conste, mierda, porque no me pasa seguido sentirme tan plena y quiero dejarlo dicho antes de que empiecen las contradicciones.

Tachando la lista...

Ya tengo un perro grande (o mejor dicho, un perro chiquito que va a ser muy grande).

Ahora vamos por el flan caserito y la planta de porro.

Así, modestamente, porque si empiezo por aquello de "luchar organizada" y "que la tortilla se vuelva" estoy al horno.

All happy together

"Los muchachos se entretienen"
(...)
El sábado hubo fiesta, estaban todos. La zorra gomez tenía una casaca blanca que dejaba ver el costado de su carne blanca y blanda, justo a la altura de la panza. Caminaba con gestos amanerados y se mantenía cerca de su gente. Por momentos se quejaba en voz muy baja: había puesto plata y falopa para los demás y se sentía aventajado. Protestaba silenciosamente, ultrajado como si esa guita la hubiera ganado laburando. Al rato se calmaba, seguramente había llegado a la conclusión de que -después de todo- ese es el precio de ser un dirigente astuto.
El enfermito, por supuesto, aprovechaba la volada. Se empolvaba la nariz y de paso le ofrecía un poco a la negra que le anda llorando siempre atrás, una forra desdichada que le miente un tumor para que la siga atendiendo. Hace un tiempo el enfermito y la zorra armaron una alianza, pero duró poco. Anduvieron haciendo purgas y volteando gente hasta que la zorra mostró la hilacha: dijo que un burócrata no pude darse el lujo de arriesgar el culo y el sueldo por un par de pendejos tira bombas, y el enfermito pateó el tablero. Es que si algo le queda al enfermito es ese amor propio de adolescente anarco. Siempre anda enamorado de alguna pendeja diez años mas chica que lo basurea hasta que él, justamente, hace su magia: se para entre las multitudes a afilar la lengua y soltar bombas a troche y moche. Entonces se pone lindo, lindísimo. Y eso, queridos, no lo resigna por nada (y mucho menos, por el buen sueldo de la zorra). Igual siguen amigos, se ofrecen pequeños canjes y cada tanto comparten estrategias, pero eso sí, desde aquella vez se miran con desconfianza.
El legendario llegó tarde y solo. Su mujer está visitando la parentela y si algo odia el legendario es no tener quien lo atienda. Llegó con una viandita light y un juguito edulcorado, justo él, que tantas veces se puso la capucha y tiro piedras y rompió cabezas y aguantó la parada contra la yuta. Ahora, aparentemente, los guisos le caen mal. "De Claypole a Caballito" decía el viejo hace un tiempo y habría que haberlo escuchado. Después cuenta las historias de siempre, pero en el fondo lamenta que entre sus aliados no estén los que alguna vez tomaron vino en cartón con tang de naranja. Del pueblo le queda el olor, las historias y los yeites. Quizás también le quede algo del alma, pero sabe bien que para hacer carrera política es preciso afinar el paladar. Y si algo acaricia el legendario por sobre todas las cosas es su carrera política, su lugar en el movimiento. Entonces lee y escribe, compra comida de marca en Disco y reniega de las garrafas. Con la zorra gomez, por supuesto, son culo y calzón, aunque no hace falta ser muy avispado para saber que en cuanto la zorra pisa afuera de la biblioteca el legendario se lo manduca sin que la pobre zorra tenga tiempo a darse cuenta que las cosas no son como el había leido.

martes, 25 de agosto de 2009

Hasta ahora nunca quise:

ser rubia; comer factura; tener mi propio negocio; vender falopa; cagarme encima; irme del país; levantarme temprano; presentarme a elecciones; ser nudista; desilusionarme así; peinarme a la gomina; ir al dentista o al médico; que estemos tan lejos; ser un dragón; tener una carrera exitosa; manejar un bondi; ser un alma bella; comprarme un microondas; limpiar las miguitas de la mesa; tener tan poca ropa en mi placard; esperar algo (lo que sea); volverme tan cabrona; raparme; rendir finales; respirar hondo; vivir de prestado; domirme en los laureles; tener la ropa planchadita; caerle mal a nadie.

Quiero:

tener el pelo largo; que la capital federal sea mucho más chiquita; un rico flan caserito; que llegue el calor; verte; que toda esta bronca se vuelva pura potencia; que G. (con su sonrisa de hombre lobo) siga viviendo conmigo un buen tiempo más; pasear en camello (lo juro); dar clases de filosofía; que la tortilla se vuelva (que los pobres coman pan y los ricos coman mierda); ser más tranquila; un perro grande; luchar organizada; aprender a dibujar; mi propia planta de porro; bucear; estudiar historia; una bodeguita en el living; estar más flaca; romper todo a patadas; tener siempre whisky rico; poder hablar sin mediaciones; bailar; charlar con vos; que sean las cuatro; viajar a venezuela.

No creas que le hablo al de al lado porque te hablo a vos

"Si hace falta hundir la nariz
en el plato lo vamos a hacer"
P.R.
La zorra gomez se sienta, mira con la cabeza ladeada y se siente astuta. Escupe al cielo, es su nuevo tick. Balbucea cosas que nadie comprende (esa incomprensión es su placer más genital, tirando cosas de los pelos se siente vanguardia). Nos vende gato por liebre y, una vez más, se siente astuta (no hay otro modo de decirlo). Anda con la cabeza volada de antorcha y bandera que siempre le será ajena. Cree que tiene una función, una que milagrosamente le sienta muy bien. Detrás de una pantalla luminosa o una pila de libros hace lo suyo. Corta copia pega. Balbucea, habla y habla. Sabe lo que hace, eso es así y aparentemente le alcanza. Saber saber saber. Lástima de oficio ese de andar escribiendo las cosas que hicieron y harán otros. Un oficio de lentes y culo blando (azucarado) que le da de comer al instructor de pilates dos veces por semana. Pero es así, mal que nos pese la zorra gomez teje los hilos y habla de la revolución escupiendo los pelos de su lengua (al cielo, eso sí).
(...)
Ojo querida zorra, tanta saliva suelta no siempre es buen negocio. Todo lo que sube tiene que bajar.

Tras la pista de Gregorio Samsa

Es que, por el momento, la metamorfosis de mí en mí misma no tiene sentido alguno.

Clarice Lispector, La pasión según G. H.

viernes, 21 de agosto de 2009

Pierdo el tiempo en lugar de trabajar, es sabido

Algunas pocas veces (esta vez), en ese perderse mi tiempo soso y lento, encuentro algo, un pequeño hallazgo, que con cierta violencia me saca del letargo para hacerme creer - y soy fácil de convencer - que mi pérdida de tiempo esconde una forma de rebelión constante, pequeña y sostenida, donde por momentos brilla la resistencia en su más espléndida cotideaneidad.
(...)
"Cézanne, pintando tres cebollas sobre una mesa, nos da un sentido más vivo de la presencia del hombre, de su poder creador, de la grandeza y por consiguiente de la responsabilidad de su destino que cincuenta cuadros de Bonnat representando personajes o acontecimientos históricos.
Esto no significa desde luego que es preciso pintar exclusivamente cebollas, sino simplemente que la nobleza del tema no es suficiente para comunicar a la obra de arte su grandeza, y que se pueden defender buenas causas con malas obras. En este caso, por otra parte, se las defiende mal. Picasso no resulta menos entrañable cuando lleva a la tela el Rapto de las sabinas que cuando pinta Las masacres de Corea, Aragon cuando evoca a Aurelien o el rey Boabdil que cuando escribe Los comunistas, Jean Lurcat cuando canta al sol o a un gallo que cuando ilustra el poema Libertad de Eluard. ¿Por qué? Porque toda obra auténtica, al tornar sensible la fuerza y el poder del hombre, del hombre creador, imprime profundamente en nuestro espíritu y nuestro corazón el sello de la belleza del ser humano; crea, por lo mismo, la exigencia de reproducir en la realidad cotidiana la misma dignidad y la misma belleza y nos hace insoportable todo lo que afea, mutila y humilla a los hombres. Precisamente en este nivel de la presencia humana —que torna indivisible forma y contenido de la obra— y no en el de affiche o la directiva circunstancial, el arte desempeña una función didáctica y militante"
Roger Garaudy, Marxismo filosófico y realismo estético.

"Hace tan sólo unos días, Louis Aragon me hacía notar que el rótulo de un hotel de Pourville que tiene escritas en letras rojas las palabras: CASA ROJA, estaba escrito con tales letras y colocado de tal manera que, según un ángulo preciso, visto desde la carretera, "CASA" desaparecía y "ROJA" se leía "POLICÍA"* Esta ilusión óptica no tendría la menor importancia si no fuera porque el mismo día, una o dos horas después, la señora que llamaremos la dama del guante me condujo ante un cuadro modulable como nunca había visto yo otro igual, y que formaba parte del mobiliario de la casa que acababa de alquilar. Es un grabado antiguo que, visto de frente, representa un tigre pero que, por tener fijadas en perpendicular a su superficie unas estrechas tiras verticales que fragmentan a su vez otro motivo, figura, a poco que uno se aleje unos pasos hacia la izquierda, un jarrón, unos pasos hacia la derecha, un ángel. Llamo la atención hacia estos dos hechos, para acabar, porque para mí, en tales condiciones, era inevitable ponerlos en relación y porque me parece especialmente imposible establecer una correlación racional entre ambos.
Espero, en cualquier caso, que la presentación de una serie de observaciones de esta índole y de la que viene a continuación será de naturaleza suficiente como para que algunos hombres se lancen a la calle, tras haberles hecho ser conscientes, si no de su inanidad, al menos de la grave insuficiencia de cualquier cálculo supuestamente riguroso acerca de sí mismos, de cualquier acto que, pudiendo haber sido premeditado, exija aplicarse a él de una manera constante. Como si el viento dispersara las consecuencias del más minúsculo hecho que pueda producirse, si es realmente imprevisto. Y, después de todo esto, que nadie venga a hablarme del trabajo, quiero decir del valor moral del trabajo. Me veo obligado a aceptar la idea de trabajo como necesidad material, y a este respecto no puedo sentirme más que ferviente partidario de su mejor, de su más justo reparto. Que me lo impongan las siniestras obligaciones de la vida sea; que se me pida que crea en el, que venere el mío o el de los demás, nunca. Prefiero, una vez mas caminar a oscuras mejor que tomarme por el que camina iluminado. De nada sirve estar vivo mientras se esta trabajando".
André Breton, Nadja.

jueves, 20 de agosto de 2009

Nadie sabe lo que un cuerpo puede

- Me fui de mi casa, me fui porque la situación era insostenible, estuve parando en lo de unas amigas a las que la madre les había pagado el alquiler por dos años. El alquiler se venció, ninguna estaba trabajando, no sabíamos que hacer. Alquilar otra cosa? No teníamos guita. Entonces nos fuimos a Uruguay, a lo de estas pibas-
Pienso (no puedo evitarlo): qué fácil irse si tu vieja, o alguna otra, te paga dos años de alquiler. Pienso: qué loco que en esos dos años no consigas laburo, no encuentres alguna manera de seguir viviendo sola cuando se acabe la belle epoque, siendo como es J. y sus amigas una chica de clase media con secundario-completo-ingles-buena-presencia-manejo-de-pc-. Pienso también que mi dureza es innecesaria, que todo eso es cierto y también obvio, que hace un tiempo alguien dijo en el cole "siempre es más fácil estar cerca de los que son parecidos a uno, los demás son los que nos cuestan", una boludez que uno ya sabe pero que ese día me puso los puntos, pienso que alguna vez ella y yo, hace 9 o 10 años, tuvimos mucho que decirnos. Pienso también que en mi modo de mirar el mundo recorto siempre lo mismo, marco condiciones de clase, que eso está muy bien pero si sale tan fácil por qué escuchar solamente eso que salta a primera vista, las determinaciones económicas, por qué perderme los modos de existencia que estas condiciones determinan, sus singularidades, sus relieves y problemas. Y no para justificar o comprender, sino para sentir, para profundizar, para pensar problemas que también son los nuestros. Pienso todo esto y se me ve algo en el gesto, la falta de complicidad. Le pregunto: ¿Y en Uruguay donde parabas?
- En lo de esta chica, ella tenía una casa alla- Hace una pausa - Tienen mucha plata-.
Se dice, queda dicho como una condición de posibilidad de todo lo demás. Me relajo entonces, sigo escuchando. J. me habla del año que estuvo allá, me dice que se fue para no hacer nada, que escribió, dibujó, pintó, que caminaba mucho por la playa, que ayudó a unos amigos a hacer su rancho, que comía muy poco y adelgazó muchísimo. Después me cuenta que trabajó de camarera el mes de vacaciones, ahorró y le robaron todo en cabo polonio, entonces volvió. Está parando en la casa de belgrano de la madre que esta vacía toda la semana, los fines de semana anda por ahí para no cruzarse con ella. Había conseguido trabajo en un bar pero dice que un cliente le propuso sexo por plata y se fue, el gerente era un forro además, no quería estar en ese lugar, con esa gente. Hace más de tres meses que está sin laburo. Le digo que son rachas, que finalmente -de algun modo u otro- algo sale. Me dice que si, que reconoce que tampoco está buscando, que cree que cuando ponga la energía en eso algo va a salir.
Pienso muchas cosas. Las primeras, las más obvias, saltan una tras otra con simpleza, son fáciles de pensar, son las cosas que yo pienso de la vida, se me enumeran mientras la escucho, las pienso sin prestarme demasiada atención: qué loco que alguien que podría conseguir laburo sin ningun problema pueda estar así, sin laburar, sin cuestionarse que su propia existencia recae así (siempre, necesariamente) sobre el trabajo ajeno, qué loco que alguien crea que puede ser liberador el hippismo diletante de tres burguesas en una playa uruguaya cuando mientras tanto la mayor parte del puto mundo tiene como única posibilidad de supervivencia vender su fuerza de trabajo, qué loco que con un ámbito familiar tan opresivo uno decida igual que no quiere bancarse un gerente forro. Todo eso se piensa solo, cae como para marcar la distancia de los putos 10 años que pasaron, marca las lineas de trazo grueso que pintan quien soy, así, a rasgos grandísimos.

Nos vamos afuera. Ya fumada y algo conmovida por el encuentro (mi debilidad por el pasado, siempre) trato de ser sincera, tiendo un puente que dice algo que es cierto, trato de decir los problemas que tiene creer que uno debe producir su propia existencia cuando producirla también es producirla en términos capitalistas, cuando uno no cree que se pueda sustraer al capitalismo sino que hay que combatirlo estando, porque "sustraerse" es un privilegio de clase, pero combatir estando también te vuelve alguien que produce, que produce siempre en el capitalismo, incluso cuando busca producir antagonismo. Digo esto pero hablando de otra cosa, de las sensaciones y los matices. - Lo que pasa es que yo tengo que producir, hacer algo, vivir haciendo, no digo laboralmente, de hecho casi nunca es solo laboralmente porque nunca laburé de lo que me gusta, laburo para vivir y además aparte tengo que producir otras cosas, hacer, moverme, siempre, sino siento que todo es esteril, no se qué hacer con mi propia fuerza. Y eso está muy bien, pero tambien no tengo paz, nunca tengo paz, no paro, no se parar. - J. me mira con los ojos grandes y sintiéndose levemente libre ante mí.
Cuando nos conocimos con G. nos gustamos y nos sedujimos partiendo de esa fuerza, la necesidad de nunca parar, de siempre hacer, producir, movernos. Fue nuestra primera complicidad. La potencia de vida es para mí la cosa más hermosa. Una vez el irlandés me mostró su epílogo peronista: "la más grande belleza es una existencia efectiva". Y yo creía eso hacía ya mucho tiempo.
Ayer discutíamos política, yo planteaba unos problemas y G. se ponía febril, pensaba y planteaba posibles líneas de acción, qué hacer, cómo y con quienes. Nos peleamos, como siempre, y yo le dije: es que yo estoy viendo problemas y vos ya me hablás de soluciones. Entonces pensé esto. G y yo odiamos la quietud. G. también odia la angustia, para G. angustiarse es parar. Para mí en cambio la angustia es movimiento, casí la única forma de movimiento que conozco. Pienso que claro, que hace unos meses me preocupa no poder sentir plenitud con nada, y es que de golpe para mí la plenitud es una forma de complacencia, el primer riesgo de detención.
Spinoza dice que las pasiones tristes aplacan la vida, que las pasiones alegres se componen con otras para generar potencia. Yo pienso eso, pero vivo y siento exactamente lo contrario. Y en el medio, para poder ser tengo que no-ser-plena, o para decirlo sencillamente nunca ser feliz. La lógica de la carencia, la lógica del psicoanalisis que sólo puede mover desde la falta y la incompletitud, la lógica existencialista de la angustia. Una mierda.
Me remonto. Pienso que no siempre fui así. Cuando había dejado la facultad (y a F) bailaba tango y era plena y me sentía poderosa, pura potencia y vida. ¿Qué pasó?. En esa época no militaba, pienso. Era un ego desplegando su propia singularidad, un yo que se dedicaba a potenciarse, a componerse sólo con lo que le daba más y más fuerza vital. Pero sola.
Claro. Para mí, además de todo, producir es producir con otros, vivir es vivir con otros. El solipsismo me parece estéril aún en su más vital expresión. Ramón me enseñó eso hace muchos años (quiera o no, Ramón me cambió la vida para siempre). Más allá de las determinaciones de clase, toco un núcleo duro: ahí hay algo de mi modo de sentir que me aleja de J. y su dilentatismo uruguayo. Hacer es hacer con otros, y J. es siempre un laberinto de espejos.
Pienso también que por eso no fuí nunca más a mí última psicologa. Decía mucho eso: vos hacés siempre cosas con otros, pero para vos, para vos como persona, como individuo, nunca tenés tiempo. Eso puede ser una falencia para el psicoanálisis, para mi es una posición política, con todo lo que eso implica, una forma de pensar el mundo y sentir la vida. Una elección. Pero en el medio, perdí aquello de la potencia y la plenitud y el poder en la alegría.

Ahora me toca salir a buscar.